USAID y el Departamento de Estado: ¿Fracaso anunciado o una nueva oportunidad estratégica?

El pasado 1 de julio, el Departamento de Estado de EE. UU. absorbió oficialmente lo que quedaba de USAID, poniendo fin a seis décadas de una agencia independiente dedicada a la cooperación internacional . Aunque algunos expertos han calificado la fusión como arriesgada, también representa una oportunidad única para redefinir el rol del desarrollo como parte central de la política exterior estadounidense. Si se maneja con visión estratégica, esta integración podría mejorar la alineación entre diplomacia y ayuda internacional.

Críticos como Susan Reichle y James Kunder han advertido sobre los riesgos operativos: solo 718 funcionarios del Departamento de Estado se encargarán de las funciones que antes gestionaban más de 10 000 trabajadores de USAID. La carga de gestión per cápita se disparará de 1,7 millones a 12,8 millones de dólares, lo que plantea dudas sobre la capacidad de ejecución . Sin embargo, si se reorganiza con eficacia, la fusión podría generar estructuras más ágiles, reducir duplicaciones administrativas y fortalecer el enfoque de política exterior orientada al desarrollo sostenible.

Más allá de los aspectos burocráticos, la fusión plantea una pregunta clave: ¿sigue considerando EE. UU. al desarrollo como herramienta estratégica? Para analistas como Ben Feit, esta es la gran interrogante del momento. Pero también podría ser una ocasión para redefinir la narrativa global de EE. UU., alineando más estrechamente sus acciones diplomáticas y de desarrollo en regiones clave como África, Asia o América Latina. Con una estrategia clara, la nueva entidad podría enfrentar con mayor cohesión desafíos como el cambio climático, la seguridad alimentaria o la competencia geopolítica con potencias como China.

USAID se diseñó para proyectar el poder blando de EE. UU. en salud global, educación y gobernanza, con un presupuesto cerca de 40 000 M USD en 2023 y presencia en más de 100 paises.

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